Yo no me siento hombre por poseer los sentidos.
Yo no me siento hombre al escuchar lo latidos,
de un corazón engañado, maltratado y oprimido.
Yo no me siento hombre por tener sangre en las venas,
siendo la sangre un río de males y de condenas.
Un río donde se agitan y se diluyen las penas.
Yo no me siento hombre, soy quizas más bien arena.
Indefensa, diminuta en granito solirario,
peligrosa cual desierto que levanta la tormenta.
Soy simulacro de pena que se oculta y envenena.
Menos aún yo soy hombre por poseer raciocinio,
sino es más que un tal dominio de la lengua y la palabra,
una técnica que labra el engaño y la codicia.
Yo no me siento hombre viendo morir a un hermano,
por abrazo y por la mano de la miseria y el frio.
Yo no me sentiré hombre nunca, si ser hombre es ser veneno,
ser ponzoña y desconsuelo, ser desdicha de un amigo.