Más allá de la tierra prometida,
una eléctrica tormenta
vaciará su ira retenida;
una batalla cruenta
a seres enfrenta.
Tomo con mis manos
un puñado de esqueletos;
con aire indolente entramos
en una lucha de amuletos,
emblemas de enigmas repletos.
En voz baja rezo una oración
del vivir y del morir;
entono esta canción
llena de sufrir,
de la que bebo su elixir.
Endulzo mi aliento
con misterios de ultratumba;
ahora, me encuentro sediento,
en este mí cuerpo retumba
una abeja que zumba.
Aúllo con voz ronca de lobo
dolorido, mí conjuro blasmefado;
en éste enroque en el que robo
a un rey desilusionado,
todo un hereje enjaulado.
Atrapad mis manos sangrientas
manchadas por el estigma de un sueño,
¿irreal o real?. De vidas cruentas,
y persisto en mí empeño
que muestro con mí ceño.
Buscar y traer mis voces
que se perdieron en el crucifijo
de un Dios que no reconoces;
allí, en ese singular lugar fijo
el templo que exijo.
Descarto la existencia del amor;
venero lo sobrenatural,
jamás me achanto ante el temor,
y vago estos días como un juglar
acosado por un mal.
Una desbanda de pájaros
vuelan ofreciendo un sacrificio
a vidas de hombres raros
atrapados en el suplicio
de un existir que no acaricio.
Desde el día a la noche
enfrento mis locuras
en una lucha llena de derroche;
alarido lleno de roturas,
en estos abismos a oscuras.
No conozco a mis semejantes.