omu

De la mano

 

 

Él, animoso,
asiéndole la mano,
susurrándole en su oido,
le propuso caminar hasta el arroyo
y desatendiendo obnubilaciones
y tercos quebraderos de cabeza
cuales turbaron la dualidad certera
y cegaron al posible apoyo,
brincar y brincar
para llegar a descubrir,
que la piel amarga enseña,
que la piel aspera rasga
y aunque con ellas se padezcan
regustos ariscos en apariencia
ambas convierten en dulce
los indeseables sinsabores.
Él, la incito a vestirse
con alas que se entrelazaban
igual con lo humano que con lo divino
algunas veces apegadas a los cuerpos, opacas,
y otras auspiciadas
por un flotar libertario
levitando por el brillo.
Él le mostró...
al silbar mimético del vendaval,
a insistir con brío como una tormenta
alejada de la pausa de sus gotas.
Y así ellos, consiguieron abrir
los portales celestiales
que auguran un futuro
incandescente e implícito
en la paz, que ahonda hasta la eternidad,
y por fin atender
a ese paralelo acompasado,
tan simétrico y acompasado...
como las olas mansas del mar,
que cansadas de forcejear
se alejaron de ser,
desistieron de ser bravías.
Y ella, aprendió a usar
el barro, el carbón,
la tinta y al árbol con precisión,
tanto el lápiz como la goma de borrar
y con ésta última frotar hasta gastar
los límites que instalan
desavenencias, incongruencias,
espinas portadas por la pena desgranada
por la insulsa necedad.

318 omu G.S. (bcn 2011)