Rembrandt

Hijos de la casualidad

En nombre de las llamas

Llama un extraño

Zambullido en las sombras

Terrible certeza en su proceder

Ladra su mano en la madera

Y en la otra la estrella fulgurante

Se hace añicos el silencio

Que antes cubrió la noche

Y juzgado bajo miles miradas

Hurgando cada hendidura

De sus ropas y de su misma alma

Las tropas lo apresan inmisericordes

Con la autoridad única e inequívoca

Que solo la mentira puede dar

Gritos e insultos violan el silencio

Nuestro derecho al silencio

Cae el hombre y su verdad

Bajo el peso del polvo y el fuego

A las catacumbas infinitas

Del olvido y las ruinas

Consecuencia trágica y amarga

De un dedo en la oscuridad

Que decían los sabios era la luz

De este mundo y el siguiente

Poseídos por un orgullo ciego

Abrumadoramente ciego

Autoproclaman su designio

Planeado y divino

Consabido, creído a pie juntillas

Ignorando a voluntad

Que solo esto somos

Hijos de la casualidad.