Por la doliente pradera respiraba
la tierra sus costillas de árida tierra/
Venia el cielo preñado de huecos
entre los espacios donde las nubes
acunaban sus polluelos/
Las libélulas del viento andaban como dados...
Y yo...
Como el antiguo shaman sabio,
conocía el lenguaje de la piedra y la hierba/
Ya había entrado al bosque
donde el lirio y el alerce
enseñaban sus secretos de antología/
La luna aullaba al antiguo bosque su melancolía
con la clamorosa voz del lobo/
Todo desnudaba su alma serena
y en las hojas densas de los siete caballos dorados
el agua envolvía la estática naturaleza/
Dulces fresnos habitaban mi oído,
como si la cítara soñara con las violetas
y su cordaje envuelto con hilo sagrado de seda,
tejía su música de perfecta telaraña
cuando el viejo roble seguía parado
como las rosas eternas mojadas
rociadas por alguna oculta ciencia/