Después de caminar tanto, tú presencia
en la noche hizo que tu figura fuera
cada vez más intensa, sentía como me seguías
y te veía y no estabas tensa.
Te agradecí en silencio tu compañía,
tú sin saberlo ignorabas mi añoranza,
por de más quería intentar estar más cerca,
más tu grandeza me lo impedía y a la distancia
que estábamos, tu imagen fue mayor que la mía.
Volabas alto y sin embargo me acompañabas,
girabas entorno de mi solitaria alma,
y mi ilusión llegaba hasta el resplandor
de tu tierna y azulada luminaria.
Sólo las nubes negras que cruzaban
nuestros destinos, hacían que por instantes
nuestra cercanía se diluyera.
Los días fueron una tortura, hicieron que sufriera
lentamente, pues no te veía a pesar de tu presencia.
Así pues, angustiosamente me fui despidiendo,
las horas taciturnas cayeron en los sueños,
Pero nunca en los ríos del olvido
que caen como cataratas en las ramas del olivo,
y se enraizan en las profundidades de lo vivido.
¡Oh luna! de mis amores de siempre,
compañera de viajes insospechados...
ayer sembré amorosas rosas en tus jardines,
hoy vivo bajo el influjo de tus suspiros.