Ayer di un paseo por el mundo; escuché la voz temblorosa de la soledad y como testigo el cielo…
Vi el hambre amontonado en los rincones de la esfera.
El satélite reflejaba una leve luz de esperanza desde el pozo de la desesperanza en los ojos blancos de las pieles negras-blancas.
Y pasee por el mundo…
Una danza de rebaños se contoneaban alrededor de los pastores, los establos estaban vacíos.
Una guitarra lloraba en el silencio de las sombras
Por los frondosos verdes deformados de tanta artrosis inyectada para llegar a tierra de tierras.
Un lazo de rabia adornaba el mar que impaciente gritaba a este mayo sordo desde su loca realidad, mientras mayo ignoraba la palabra, ignoraba el llamado porque también andaba perdido.
En la mente de la juventud no existían raíces, tan solo lana; lana como nubes negras.
Pensé:
-mañana volverá a amanecer.
Y amaneció.
Y en las húmedas calles de las lágrimas, los naranjos cargaditos de gotas presumían entre canticos de golondrinas y así me entresacaron una sonrisa.
Antonia Ceada Acevedo