Con sus dos patas de junco
se pasea una gaviota,
pasos lentos, muy medidos,
donde se espuman las olas.
Y con su pico rebusca
en las arenas del río
los gusanos y las larvas
que descubre en su camino.
Otra gaviota que llega
alborota los silencios
y sus gritos interrumpen
esta paz que estoy viviendo.
¿No habrá más sitio en el río
para buscar el sustento?
Una gaviota pretende
ocupar terreno ajeno.
¡Dejadme solo, gaviotas,
que disfrute de mi río!
Los humanos también somos
de origen buenos amigos,
pero a veces olvidamos
el respeto hacia los mismos.
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