Todos los animales del bosque estaban reunidos, tenían una discusión que parecía no tener solución. Algunos querían que todo el día fuera claro para poder jugar, saltar, correr, volar, y divertirse; los pájaros, los conejos, las ardillas, los patos, los peces, los osos, todos querían y defendían la claridad del día.
Otros discutían porque querían la oscuridad, para poder salir a alimentarse, para salir de cacería y para correr y volar sin peligro, en la tranquilidad de la noche; los búhos, los ratones, los leones, los murciélagos, las ranas, los grillos, gritaban porque querían la oscuridad.
La discusión seguía y no encontraban solución, hasta que de repente se le ocurrió una ideal al gato, una excelente idea, que sería: dividir el día en dos partes iguales, el día y la noche. Y así mientras unos dormían y descansaban otros salían a jugar y a alimentarse, de manera que cuando cayera la tarde, cuando el sol comenzara a ocultarse, los que salieron a divertirse tendrían que retirarse para dejar el espacio libre a los que saldrían después. Y los que salieron de cacería y diversión en la noche, cuando el sol apareciera en el horizonte, tendrían que retirarse y ceder el espacio nuevamente a los que acababan de despertarse.
Todos los animales aplaudieron y estaban de acuerdo con la idea que el gato había planteado, pero sólo faltaba un detalle: ¿Quién vigilaría en el día y en la noche para cerciorarse que cada uno cumpliera con el tiempo que le correspondía? entonces el gato les dijo: - Yo vigilaré de hoy en adelante.
Y desde entonces vemos a los gatos corriendo y jugando en el día con su mirada de picardía, y vigilando y corriendo en la noche con sus ojos de candela.