benchy43

CANDELA

De pronto la tarde se cubrió de tristeza, de rabia, de impotencia.
De pronto a uno se le cayeron los brazos, se le metió algo adentro,
algo que duele  mucho, desde la garganta al estómago.
Y no pudo ni siquiera escribirle una poesía. Una poesía que le cante
a  su sonrisa y al brillo de sus ojos. Porque ya ni la sonrisa estallará
ni los ojitos de Candela brillarán. Ya no. Tal vez lo hagan en ese cielo
en que ahora están todas las estrellas… y ella. Y uno piensa en su
sufrimiento y en el sufrimiento de su madre. Y no puede atajar una
lágrima, dos, un llanto mordido. Y se sumerge  en el silencio de la noche
y vuelve a pensar, a putear y maldecir. Y vuelve a orar. Vuelve a orar,
a pedirle a Dios que la tenga ahí, a mano, porque esa pequeña era
la simpleza y la hermosura de la vida. Y ya no está acá. Está con Él.
Vuelve a resonar la frase, la maldita frase: “la mataron, la mataron”.
Bestias, monstruos, malparidos. LA MATARON.

Foto del diario "La Nación", Buenos Aires, Argentina.