¿Para qué disimular más tiempo?,
¿Oponerme al fuego que libera su figura?,
¿La encontré?,
Recuerdo que venía distraído, hilvanando sinfonías,
Lo mismo de todos los días,
Cuando la vi, confieso que tuve mucha curiosidad,
No podía desaprovechar el relámpago que tenía deparado,
Prepare la memoria inactiva, y le saque algunas fotos,
Aún las conservo, y emergen por las noches,
Cada semana que transcurre me freno para cotejarla,
Esta ahí sentada, en su rutina, pensando que hacer,
Con su sonrisa alegre y recomendada,
Es increíble, pero he descifrado el lenguaje de su mirada,
¡Puedo léela!,
¿A cuanta escasez de cariño se sometió ésta encantadora mujer?
A pesar de ese gesto gozoso que suele disfrazar,
Su mirada agrieta un abanico de historias,
Callado y sereno escucho sus palabras,
Lentamente desvió el objetivo, no quiero arriesgarme,
Posiblemente pueda leer mis ojos también,
Que complicado se volvería todo si se enterase del afecto de éste creador de sueños,
Podría arruinarlo todo enfrentándola, y no quiero aún archivar esta ilusión,
Soy consciente, las consecuencias pueden ser penosas para mí,
¿Quizás ella también camine por la misma orilla e intuya una presencia que la acompaña?
¡Una lágrima justo ahora debía salir!
Su descenso es extraño, cual surgimiento se torna lento y pesado,
Colmada de deseos y delirios alicaídos por la falta de valor,
Ay… ella a veces suele mirarme, pero también mira las estrellas,
Me obliga a bajar la mirada y centrarme en otra esfera,
Cierro los ojos, aprendo a escucharla y contemplarla desde mi corazón,
Ella es una mujer dulce con mucha vitalidad, capaz de frenar tormentas, huracanes,
Pero hay algo que le falta,
Quizás un respiro en su cuello,
Una palabra en su oreja que diga “estoy aquí”,
Un beso diario en sus mejillas, en su boca,
No es que yazca en contemplación,
Solo postergo el sufrimiento de la pérdida,
Descifrando enigmas,
Perdiéndome en laberintos soledosos,
¡Pero súbitamente! encuentro la dicha con solo verla sonreír,
Me transciende, me contagia su júbilo y me hace pensar que tan maravilloso puede ser que me sienta así,
Cuando induzco imágenes, siempre la tengo entre mis brazos, apoyando su cabeza en mi hombro,
¡ja…! Suspira mi cuerpo, se extrémese la tierra,
¡Qué mágica sensación dios!
Solo espero que éste amor no tenga un efecto intrascendente en el tiempo,
Y así convertir éste poema fatuo, en el comienzo de una historia de amor.
POR: NORMANDO FRANCISCO, CUEVAS