Y lejos de mí están
las luces de la capital,
la frágil sensación de espontáneo vuelo,
que se apaga
con el brío de la zozobra.
Lejos de mí están
las farolas en mutismo,
que en seguida de un roce
son de matiz postrado.
Un beso sería bien recibido
para secar la vehemencia,
como el mimo del sol en la madrugada;
pero,
como las luces de la capital,
esas fantasías
lejos de mí están.
Lejos de mí están
y lejos permanecerán;
el dolor que me agrede
en mi soledad.
Fernando Etéri