Oh Huaso de mis ensueños, retacito del Edén;
Huaso lindo, Huaso hermoso, Huaso de mis ilusiones.
Tus creencias y costumbres son el alma de tus hijos
que se sienten orgullosos de su glorioso pasado.
Descendientes de una raza que muchos siglos vivieron
y para muestra dejaron el majestuoso Huasochugo,
una hermosa ciudadela que descansa en el silencio
y en las tormentas de marzo se arropa con la neblina.
Huaso, distrito lejano, tu guardián es el Cachachi
que en el corazón esconde sus misteriosos tesoros;
adornado de punaces, tantales y puropuros;
de allí bajan las perdices, las palomas y jilgueros.
Oh Huaso pradera verde, verde como la esperanza,
con tus pircas y tus quengos , con tu molino de piedra
que al trigo convierte en polvo para el pan de cada día,
que por las noches los duendes en su cárcamo retozan.
Yerbasantas y zarzales que envuelven a los peñascos
son guaridas donde duermen los hurones y zorrillos,
bajo el puente, en la Huaichaca, las truchas hacen piruetas,
y el río trota ruidoso perdiéndose en la hondonada.
Agua del río de Huaso que recorres carcajeando,
agua que calma mi sed, fresca limpia y milagrosa;
hija del trueno indomable que nutres las sementeras
y humedeces a las pampas para poder barbechar.
Quiero volver a la fiesta de San Pedrito, en agosto
para tomar la chichita y bailar hasta el cansancio
al compás de caja y flauta o de una banda de músicos
los huaynos que son emblema del autóctono serrano.
Quiero viajar de retorno al tiempo pasado hermoso,
para saltar por las pircas persiguiendo lagartijas,
oír el dulce cantar del zorzal en el alizo,
y al costado del maizal saborear las dulces cañas.
Tu tienes tu trovador que te canta con el alma,
deja el arado y la lampa para tocar la guitarra,
el “Corazoncito de Huaso” que es hijo de tus entrañas,
que enaltece tus costumbres y pregona tu grandeza.
Mi sueño es ver la alborada y embriagarme en el aroma
de aquellas flores silvestres, del anís de la ladera;
ver al maíz juguetear con la ñuña floreciente
y comer las tunas frescas antes que el sol se despierte.
Arriero que vas arreando por la cuesta a tu piara,
saliste de madrugada rumbo al mercado de Huaso,
el dinero de tus papas lo gastaste en la cantina
y volviste a tu morada con las alforjas vacías.
Veo en mi mente las yuntas, los labriegos en las mingas,
en las parvas enlazados, sudorosos los caballos,
los remolinos de agosto, y el sabor llega a mis labios
de las cachangas asadas, las humas y chicharrones.
Hoy que estoy lejos, te verso, con la palabra en el pecho
que brota cual agua clara de tus riscos encantados.
Huaso lindo y añorado algún día volveré,
antes de cerrar los ojos y antes de mi último viaje.
Eugenio Sánchez Bacilio