No la pierdas, amigo, no la pierdas,
no pierdas la oportunidad maravillosa
de quedarte callado.
No lo pierdan, hermanos, no lo pierdan,
no pierdan ese tesoro
que es el silencio.
Tú, mi hijo, si esas palabras que vas a pronunciar
no están hechas de dulzura,
te pido guardarlas.
Hijas de mi amor, cuando las palabras
no valgan más que su silencio,
les pido no las digan.
Mis niños queridos :
todas las palabras son piedras preciosas.
Atesórenlas,
y pródigamente bríndenlas
a aquellos que amen.
Pueden engarzarlas
con perlas de Oriente,
llenas de sabiduría,
con ojos de tigre, obsidiana y jade
de nuestros ancestros.
Pueden adornarlas
con plumas magníficas,
como hicieron ellos,
pueden entregarlas al viento
para enriquecerlo.
Las palabras son flechas, son dardos, son flores,
son joyas,
son luces y sombras
y son indelebles.
Les pido las cuiden
porque son tesoros del alma
y porque son dagas
que hieren.