Cuando mi corazón y cuerpo gemían de frío,
la soledad apareció y aumentó el vacío;
cuando mis ojos emanaban lágrimas de sangre,
la soledad llegó y ayudo que las gotas formaran ríos;
cuando las dagas de fuego penetraron mi espalda,
allí estaba la soledad para lástimas mi alma;
cuando mis \'amigos\' emigraron y me dejaron abandonado, herido y desahuciado,
allí estaba la soledad mortificando más mi existencia.
Por tal razón años después de ese mar de sufrimiento
puedo decir: gracias soledad,
porque gracias a ti, encontré mi sustento,
tú me llevaste al puñal de la muerte
donde pude conocer a mi amigo, mi hermano, al Todopoderoso
a Jesucristo de Nazaret.