Para llegar a tu cáliz y alcanzar
el sorbo impío,
que detiene rastros amargos
y sagaz desboca.
Para poder tomar
del cofre secreto que no auspicia desavenencias,
de la habilidad de tu tesoro,
y aún tentado a no hacerlo
procurando sostemerme
en el caballeresco decoro.
Delicado ahuyento a tus mejillas de sonrojo,
no pierdan un ápice de fragancia
tu gracil, tan bello rostro
al izando hincarte
con dulzura mi puñal lleno de sangre,
mi lanza tersa y tensa,
que dispone del ardor,
no como vencedor
pero sí como estandarte.
Te susurro versos
y al hacerlo
cada verbo toma forma,
dispuesto está en nuestros cuerpos.
Tus lóbulos mordisqueo
con gemidos esparcidos por mi boca
entre el olor de tus cabellos.
Por mis ansias
se invoca al embrujo,
se incita para que venga
para se perpetue la blanca magia
en este extasiante sudor
de jolgorio explosivo.
Concienzudo opero,
(eres tú mi desvelo),
y es grata la inocencia unida a la lascivia,
porque está hecho de pureza el manantial,
porque al estar junto a ti,
mis venas se hinchan con sangre nueva,
me revitalizo con una segura firmeza
y la debilidad de antaño
vestida con vergüenza
se convierte en líbido
gracias a la impresión venida,
ausente de pudor,
por tu tinta estupenda.
La miedosa timidez
me gira la cara,
rehuye visitarme,
se aleja de mi puerta,
opta por ser cazadora
y elude ser moribunda presa.
Recogiendo los frutos,
nos aguardan sorpresas
es hora de vendimiar
y olvidar conflictos,
vueltas y pensamientos
que auspiciaron alertas.
En la humedad compartida
crece la más pura decencia,
y si fui malandrín, un truhan
desatino de serlo al andar,
dentro del gozo, en este diván
en este túnel sin tiempo,
que son tus vías despiertas.
318-omu G.S. (bcn-2011)