Deshojando margaritas
casi arruino mi jardín.
Me pasé a lo de Evelyn
por esas flores benditas.
Me quiere mucho, poquito, nada.
En eso estaba enfrascado,
cuando siento a mi costado
a la vecina enojada.
Mi explicación incompleta
se perdió en la medianera:
salté de cualquier manera
al verla con la escopeta.
Yo le quería aclarar
pero ella más se enojaba
y viendo que me apuntaba
no tuve más que escapar.
A veces uno no entiende
a estas personas sin alma,
el macho pierde la calma
cuando el amor lo enciende.
O quizás tenga razón
pues al espiar sus florcitas
deshojadas y marchitas…
Se me partió el corazón.
Y mire usted que crueldad:
los pétalos me engañaban,
o tal vez se equivocaban,
no decían la verdad.
¡Y se aclaró mi sesera!
¡La casa de las viejitas!
ellas tienen margaritas…
Y fui por una escalera.
Cuando crucé ya era tarde,
porque me olvidé una cosa:
¡Los perros de doña Rosa!
(¡si usted supiera cómo arde!)
Como dijo Saborido:
“No deshojes margaritas,
mienten, las muy bonitas,
y puedes terminar dolido”.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Safe Creative Certificado Propiedad Intelectual 1109060004313)
Si no se ríen, me enojo. Y si se ríen también, qué joder. (ja ja).