¡Maravillosa y fuerte como el abey;
Con fragancia de rosas escarlatas.
Esplendida tú; con brillo de nácar;
Llena de vitalidad como el astro Rey¡
En este día de insomnio y melancolía,
En que se marchitaron los colores,
Quiero para ti ¡Madre mía! Honores;
Siempre te recordaré con idolatría.
Cuando el silencio se vuelve pena,
Y el destino deja las flores mustias;
Mi alma sufre y llora de angustia,
Acompañado de ¡Blancas Azucenas!