Isaac Amenemope

ESTACIONES DE OLVIDO

Un suspiro brota de mi pecho

desde el lugar secreto

donde habitan las penas de amor.

¿Qué característica tendrá el paisaje?

Cuando pienso en ti

lo imagino semejante a un páramo lunar,

tachonado de grises cráteres

y en cada fosa, una pena.

Cada desaire,

cada cruel palabra,

cada desolador abandono,

lo tragas

y lo bajas por el negro túnel de la garganta,

y dependiendo del tamaño de la ofensa,

lo colocas en la abertura adecuada.

Depositado en ella,

queda el dolor vegetando,

para que así,

mientras dormita,

amaine la fuerza del rojo veneno

que te esta martirizando.

Ahí, en esa oquedad, semiolvidado,

perderá su poder el duelo emponzoñado,

y ayudados por el correr del tiempo

los desengaños irán tornando,

del más amargo acíbar,

al más dulce enmelado.

Se volverán dulces, sí,

tan almibarados que dudas entre libarlos así,

o desearías que continuaran perennemente acidados.

Porque el ácido despierta rechazo en ti,

algo parecido al odio,

otra pasión al fin y al cabo,

pero esta melaza suave que te sube a los labios,

crea tal vacío en tu corazón,

que no atinas a soportarlo.

Y así,

con el moribundo amor,

en su nicho helado,

van pasando las auroras,

los otoños y los años,

hasta que llega un momento

que sobrevives inmunizado.

Mas tal vez,

una noche,

en que débil y triste nos sintamos,

una de esas angustias

que en su claustro yacía momificada,

escapa de su foso,

y nos estalla en el pecho

de suspiros cargada.