FELINA

EL SEMBRADOR



  El sol rompiendo la alborada,
dorando los trigales en cosecha
y el verdor del suelo se levanta
pintando el horizonte verde grama.
 
El campesino emprende la faena,
azadón al hombro, marcha silencioso,
va solo, atrás quedan las penas,
va contando los pasos presuroso.
 
Pronto quiere llegar a la parcela,
el tiempo su enemigo peligroso,
las horas van corriendo sin espera
y le baña la espalda un cielo rojo.
 
El sudor abre surcos en su frente,
gruesas gotas que atajan las pestañas,
las que irán a formar alguna fuente,
en donde se bañan las aves de mañana.
 
Habrá lluvia, anuncia el firmamento,
alza la mirada tan solo un momento
y un torrencial se desata y desbarata
los sembrados, de ahuyama y de batata.
 
Un hondo suspiro sale de su alma,
pide a Dios bendito no perder la calma,
mañana será otro día, quizá sea de alegría,
no habrá tormenta, ni lluvia, solo algarabía.
 
Regresa a su casa con el deber cumplido,
unos brazos lo esperan con el calor de un nido
y unos labios susurrantes, le dicen al oído,
no te apures...descansa amor querido.
 
Su cuerpo se relaja, sus ojos va cerrando
y en un sueño profundo cae en trance,
unas manos delicadas su rostro acariciando,
con ternura infinita,hasta que la noche alcance.

  
Y en un sopor profundo se desvanece ella,
rozando el cuerpo con su piel cálida y bella,
la lumbre fugaz de una estrella, allá en lo alto,
por la ventana observa a los que se aman tanto.
 
Canta el gallo, ya está amaneciendo,
la brisa matinal baña las flores,
el campo se llena de colores
y los rayos de sol resplandeciendo.
 
Es un nuevo día, el sembrador se anima,
lleno de fe y de esperanza sigue la rutina
y en la tierra color ocre y ambarino,
con su andar marca las huellas del camino.

Felina