Llega la noche reluciente ante la lluvia,
y entre brumas sale la luna a iluminar,
el encuentro de dos cuerpos ardientes,
del sentimiento nato, que une a su alma.
O celestina que ante tu belleza se deja,
nacer el éxtasis de complementar, ansia;
no escrita que fluye a través del aliento,
para dejarnos llevar al goce del momento.
En medio del paisaje húmedo, la ropa cae,
dejando entrever los cuerpos sedientos,
del otro ser, olvidando el momento dado,
solo existe el sutil encuentro con deseo.
Con suave brisa nacida de las fosas recorro,
tu nuca anhelante, pides dulces placeres,
que solo a mi lado siente, al dejar al desnudo,
el alma desfalleciente, ante el embate crecido.
Mientras la yemas andan como ladillas ardidas,
en piel nueva, deseosos de experimentar,
la geografía de tu cuerpo vertida, en fina arcilla,
para formar con tiento y tacto una estatua de amor.
Mientras repliegas y pliegas tus lienzos al compas,
de los latidos de ambos corazones, danzando unidos,
al fragoroso embate, o solo combate de emociones,
de seguir fundidos en un solo ser las almas perdidas.