Y me acerqué al río
me aproximé con sigilosos pasos
(ese río es igual que yo
no tiene dueño)
Así me senté a la orilla
como cuando era un joven
un simple adolescente del camino
-pero no fue sencillo ese recuerdo-
No eran las mismas aguas de entonces
ni yo
era un chiquillo…
(Quizás él es más viejo)
Por eso el silencio de sus aguas me llamaba;
en esos momentos es táctil el sentimiento
un tanto turbio…¡pero duele!
Porque las emociones no dejan cicatrices
son heridas que nunca cierran
y –borbotea la sangre-
al igual que un geiser en la madrugada.
Sólo sé que salí a caminar
pasaba a la vera del río -y me detuve-
es a veces extraño el hombre
que no tiene dirección
-se contagia de la risa de los amigos
o es empapado por los nostálgicos suburbios
que lo atropellan
a veces-
–en algunas tardes como ésta-
Me sabe la boca al agua de ese río
(no hay nada peor que recordar
lo que causó un olvido)