Ayer tuve un día, realmente complicado.
Por la mañana me decidí a caminar,
tratando de bajar mi insípido abdomen.
Dos cuadras estimo es suficiente.
Al regresar hice la mala acción del día:
Le cambié, al verdulero de la esquina
los precios en cajones que deja en la vereda.
Se oía decir a las señoras, lo barata que estaba
la naranja y lo cara que estaba la cebolla.
Pero acto seguido ayudé a una viejecita
a cruzar la calle. Me costó, pero al fin lo logré
y la dejé del otro lado… me quedé pensando
(como se resistía) ¿querría cruzar esta señora?
Volví a mi casa fatigado y me entregué
a los brazos de Morfeo.
Me agota bastante esto de acostarme,
volver a levantarme y volver a acostarme.
Lo que ocurre es que tenía hambre,
pero el sueño no me permitía comer
y el hambre no me dejaba dormir.
Hay días que son, de verdad, muy complicados.
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