Paso de puntillas,
así paso y cruzo el umbral,
florecido umbral,
el de tu casa,
No despierto a los peldaños
ni el barniz de la baranda;
¡dormitan las escaleras!
cuando sigiloso visito,
deseoso, tu almohada.
Abordo y arropo tus sueños,
son sueños inmersos,
en el trinar de jardines,
son sueños...de dama encantada.
Prefiero seguir siendo un hombre,
que invadir tus espacios,
que llegar a ti,
y deshojar tus caricias,
robándolas, como un fantasma.
Busco ya desde hace años,
disfrutar de la dicha,
de tu piel, de tu voz,
de toda ti,
como obertura de mis albas,
pero es fruto
el que habita en mi, un rubor,
cual me vuelve mudo
y como carmín de sonrojo,
cubre el mio rostro,
sella mis labios y mis gestos,
ahuyenta imposibilitando
puedan (entre tú y yo)
acortarse las distancias.
¡Acompañame Dios!
¡ayúdame!
ayúdame cuando le recite
mi querer, con la mirada,
pues este hielo se ha de convertir
en cálida incandescencia
de la que surgirán,
los que en ti creerán,
sople el viento con desprecio
o la ventisca porte
una gracia que ensalza la vida,
a los seres y sus almas.
318-omu G.S. (bcn-2011)