Salí a conquistar la soledad
con ramos mustios de tristezas,
yendo por el camino: (justo a la mitad)
me detuvo una princesa,
de bellísimos ojos encantadores,
y raros labios de amapola;
y al fijarme en sus labios tentadores,
me arrastro a sus pies como una ola.
¿Quién como la soledad espera
mientras yo disfruto las ilusiones?
¡Y en esperar no se desespera,
porque a ella me llevan las traiciones!
Soledad perdona mi desvarío,
ya que esta ilusión detiene mis pasos,
pero hacia ti llegare en mi hastío;
a buscar el refugio de tus brazos,
que tienes para mi abierto,
con el aroma de exquisitos olores,
y cuando vea que nada es cierto,
a ti volveré con mis mustias flores.