Siempre te quejas de que ya yo no te quiero,
y te ahogas en un mar de sentimientos;
no ves que eres la que a todo da cabida,
por la culpa de tus dudas y tus celos.
Si acaso un día yo dejara de quererte,
será el día que me declaren muerto;
con todo y eso te llevaré en mi mente,
para esperarte en un rincón del cielo.
¡No es fácil, ¡No! amar como tú amas,
tu corazón tan noble y tan sincero;
me ha dado todo lo que en tu pecho abriga;
¡mira si es tanto!, que yo no lo merezco.
Si me quedo sin luz, es que tu sol no alumbra,
si me cortas tu aire, me dejas sin aliento;
si te vas de mi lado, enojada conmigo,
me dejas el vacío del dulce de tus besos.
¡Yo no lo entiendo, ¡No! que he sido tu desvelo,
quien en tus brazos logró todos sus sueños;
sin ser un santo he cometido errores,
pero tú dime ¿Acaso, yo no he vuelto?
Hoy eres tú que emprendes la partida,
buscando alivio a tanto sufrimiento;
que por mi culpa cargas sobre los hombros,
por ser un hombre bohemio y mujeriego.
¡Te vas! me dejas sin consuelo,
se quedan tristes mi voz y sentimiento;
mas mi guitarra que estaba tan callada,
hoy me acompaña, para lanzar, mis penas hacia el viento.
Si oyes el eco, sus cuerdas afinadas,
y te convence, pensar en el regreso;
escucha el grito que sale de mi alma,
te esperaré con mis brazos abiertos.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita