Tantas noches fuiste mía, mis manos acariciaron
hasta el más bello rincón de tu cuerpo.
Tus labios se convirtieron en el cáliz,
que calmo la insaciable sed de ti.
Tu aliento, divina esencia
que avivo el más agudo de mis sentidos.
El resultante sonido de la pasión excitante
que vivimos incesantes, fue bella melodía,
que armonizo aquel momento,
donde dos cuerpos se fundían en uno,
al ritmo de un mismo corazón palpitante…
Aquella noche estaba seguro,
de un amor obsesivo controlado
por la simplicidad de una pasión loca,
que nos llevo a la cumbre del placer
guiada cual feroces lobos hambrientos de deseo…
Noche inolvidable,
sensual y embriagadora dama,
poseedora de grandes virtudes seductoras
por muchas horas dueña universal de mi cama…
Más fue pasando el tiempo,
y aún librando sin número de batallas
en aquel campo seductivo confundido con amor…
Nos dimos cuenta de una cosa,
nunca nos amamos como lo predicamos,
nunca fuimos la pareja fundida en el amor,
tan solo nos asegurábamos de seguir
con esa hermosa y dulce seducción…
Pues incompatible en la vida y felices en la cama…
Al final comprendimos que nosotros lejos caminamos
del sendero del amor…
Carlos R. Barrera