Rubén Omar

El jardinero mediocre

Desde niño quedó plasmado en mi memoria
a mi padre trabajando en su jardín
cuidando de sus flores tan hermosas
como si fueran las rosas de marfil.

Pasaron los años tan felices
y yo mismo formé un lindo jardín
como yo quise.

Traje una rosa deliciosa
que mis dedos apenas la rozaban
y fue tan delicada la caricia
como gotas de rocío en la mañana

Pasó un año y un retoño de la rosa
apareció de madrugada muy tempana
y fue tan glamorosa su armonía
que llenaba con dulzura el alma mía.

Después apareció una margarita
y en sus ojos había poesía
tranquiliza a las aguas tempestuosas
inundando con su luz el alma mía.

Cuando nadie lo esperaba finalmente
creció un pino entre tantas alegrías
se elevó como un gigante la simiente
acercando hasta el cielo el alma mía.

Como nadie me enseño a ser jardinero,
solo el recuerdo de mi padre yo tenía,
un día me olvidé de los nutrientes
y la rosa que yo tanto protegía
rasgó con sus espinas tan hirientes
las manos con las cual la protegía

Su retoño también hizo lo mismo
no importó el amor que yo le e dado,
y también con sus espinas tan hirientes
rasgó mi corazón de lado a lado.
 
Solo queda mi pobre margarita
y mi pino que crecieron en la tierra despoblada
solo crecieron con el amor de un jardinero
que inventaba canciones de la nada.

Jardinero mediocre, me dijeron
¿Cómo dejaste marchitar así tus rosas?
¿No ves que ellas son parte de tu vida?
De tu vida, que en un tiempo fue hermosa.

Ahora en la curva de mi vida
y viendo la tumba muy cercana
cubierta de maleza y descuidada
ojala crezca una flor pequeña y clara
alegrando mi alma atormentada.

Las frías letras en su lápida dirán:
“Aquí yace un jardinero mediocre,
que no supo en su vida apreciar
el valor que tenían esos brotes”