Recorren y recorren las almas blancas,
por aguas turbulentas, desde una delicada caída,
me atemoriza la atención del fuego caminante,
a los costados de la autopista, a los rincones,
la verdad me atemoriza que llegue al infinito,
trato de dormir, arrullo de fantasmas, grito de niños.
La sangre fluye de dolor
en las venas grises , el desconsuelo dulce y amargo,
tristeza, a veces dolor de alegría,
desde la profunda caja de pandora,
blanca manchada a veces del eclipsar martirio,
de las alas desprendidas, de los escombros acumulados en los rieles,
en los sueños tendidos, en las ilusiones pasajeras,
desde la más profunda soledad del significar.
Crecen las ramas desde la hoguera,
liquidas, espesas, reales, latentes,
soñadoras, mágicas, sentidas, del corazón,
de color del alma, que ni el viento puede secar,
grandes soles de miedo, de alegría,
ventanas de sus adentros,
lluvia de adentro, como un colador en la cabeza,
hasta donde importa, donde la música es hermosa,
como el discurso de un piano.
Lágrimas que lloran sangre, corazón que llora,
la verdad importa, está sujeta adentro donde todo significa,
ellas fluyen por una delicada caída de amor tejida con tristeza,
son un lamentar, una pasión desmedida,
ultraje, testimonio del contexto,
donde aplica todo, casi todo, el resto se abandona
en la creciente subterránea, oscura visible, blanca invisible,
no sé cómo explicar el adentro, está teñido lo sé
a veces blanco, a veces oscuro,
la caja está atada, sufre, ríe, mas para mi es una laguna espesa,
de esplendido color, pero triste como un cachorro sin su madre.
Fluyen a esa distancia corta, entre el corazón y las ventanas,
hacia afuera, donde son libres,
donde se les termina el dolor, y pueden volar con el viento,
podrán ir a las estrellas a ser bellas luces que imploran amor.
OSWALDO DANIEL AMAYA