Siempre tuviste el poder
de alegrarme el corazon,
con una escueta sonrisa,
con una nimia palabra.
Deseo acariciar con mis dedos tu piel
rebosante de albas,
poner a tus pies para que pises
hojas de gráciles palmas.
y que así paseando
llegues hasta la orilla
de mi templo consagrado a tu esencia
Ablandarte los escollos,
allanarte las montañas;
esparcir mi perfume al viento
para que trasmine
tus estancias.
Arrobado oír tu voz,
sinfonía sagrada a los oídos,
cuando llega la noche y susurras;
enrédate conmigo.
Por eso te invito
a beber de mi fuente de agua clara,
en absoluto te pertenece,
eres el río de donde emana.
renaceremos entre la premura de la mañana
acobijados con una sabana de hierbas,
mis manos sobre tus pechos
y tus labios arabigos entre los mios
plasmando la lejania del olvido.