Luis Rayo

ADIÓS PARA SIEMPRE

Adiós, dulce encanto del Señor,

me voy para no hacerte pecar,

pues mi deseo más grande es amar

y tú, mi bien, estás más allá,

más allá de la aurora boreal.

 

Por las noches ahuyento tu presencia.

Que aterriza en mi memoria de tristeza,

a veces te presentas como una hada inquieta

y luego como ángel que vuela entre sonrisas.

 

No quiero que me recuerdes,

las lágrimas que llevo están pesadas de sal,

y las que arrastro en el alma

llevan espinas de cristal.

 

A tu insistencia me haces recordar

los caminos de amor donde los bosques

nos quisieron por nuestra ilusión.

 

Pasión blanca que del espíritu nació.

Romance azul de dos adolecentes

que levantaron castillos

y esperanzas fugaces

que cayeron al anochecer.

 

Vida que está pintada de blanco y negro

trayendo fatalidad a los enamorados,

a los que aman en lo profundo con el alma.

 

¡Ah! tiernos momentos de belleza,

grabados en mi mente tus ojos y tu cuerpo

siguen esculpidos con delicadeza

y en el mármol cincelado del recuerdo

tu imagen salta hermosa y de repente

con nostalgia y grandeza.

 

Me voy para no hacerte pecar,

pues mi deseo más grande es amar

y tú, mi bien, estás más allá,

más allá de la aurora boreal.