La hoja de aquel árbol no existe,
esa hoja está a punto de caer hacia la nada.
La señora no para de quejarse de la vida,
el hombre gris apenas susurra imágenes vacías.
El tiempo carece de emociones, de ira,
hasta la luz amarillenta está apagada,
es un día total, repetido, sin colores.
Todas las personas caminan hacia la pared,
luego, se regresan hacia la otra pared, y eso es todo.
A lo lejos, el perro ladra a la oscuridad,
noy hay existencias lúgubres,
eso no es más que el engaño de las cavernas,
a veces siento que las manos me sobran,
es como si los dedos estuviesen demás,
como si las palabras huecas Y eternas
de todos los muertos sirvieran de algo.
Nada pesa bajo mis pies,
seguimos la luz perdida del universo,
es una masa inmensa de cerebros inútiles,
bajamos a la fosa fúnebre y negra
para desaparecer como un sueño infantil,
y bajamos agarrados de las manos
con una sonrisa estúpida en el rostro
hasta que descubrimos esa soledad
que siempre estuvo en la cenizas
de tantas alegrías que se devanecen,
justamente ahora, aquí en el fondo,
al final, cuando comenzamos
a hundirnos bajo las sombras
más trsites que se pueda imaginar.