Diez, nueve,
un requiem,canto cruel de billones;
cuervos negros, ciegos sin alas.
Ocho, siete,
corta mi lengua el fantasmal verdugo,
con su esencia olor a reprensión.
Seis, cinco,
atan mi alma para ser desmembrada,
comida de carroña habladora.
Cuatro, tres,
ceguera absoluta, sí,
arrancados fueron de mi corazón.
Dos, uno,
un par de pasos:
entrada común al infierno.