El día que obtenga uno solo de tus besos reina mía;
será el mundo mío, seré el dueño de la felicidad…,
iré como un loco de alegría tras una estrella luminosa,
para arrancarla del cielo, con mis manos, para adornar tu cabeza. Ese día florecerá la primavera, para ofrecer sus fragantes flores de radiantes colores, y se tenderán, a tus pies delicados; para que camines sobre ellas; mientras yo con mis labios te hare un escarpín de besos, Para calzar tus pies cerezos; y en la imaginación de mis sueños, por cada beso que me des; arrancare una estrella para hacerte un collar con ellas… Y serás mi Venus encantada en ese mundo solo tuyo y mío; me sumergiré en la alegría, y así ahogare mi hastío.
Mientras tanto hasta lograr uno de tus besos, seguiré construyendo mi castillo de ilusión; con bases de esperanza, y cercado de anhelos; donde estará a tu servicio mi corazón, como un esclavo condenado a tus besos…, que hasta la misma luna sentirá envidia de verte dichosa, tan alegre y tan hermosa; que para obtener aquella dicha, querría volverse diosa. Yo mientras tanto, al verme en tu amor condenado, no envidiare; “ni al más dichoso de los dioses,” que moriría en tus brazos enamorado, y si algún momento me viese de tu amor abandonado, lo buscare hasta haberlo encontrado, aunque el alma me destroce.