Cuánta soledad se advierte en ti,
Pobre hombre
que sales de la nada
y apareces frente a mí.
Blandiendo
tu desmechada brocha
con la parsimonia
de tu brazo
cansado
de sujetar la nada.
Alimentándote
del humo de un cigarrillo
y de los sueños que
-supongo-
sin querer
forjaste acerca
del futuro.
Siempre sueños.
Estabas frente a mí,
Apareciste
de repente,
quizá sin razón alguna.
O quizá como
una advertencia
que me aterra,
Y me hace pensar en
lo que es necesario
luchar para
no dejarse absorber
por completo
por esta maquinaria urbana.
Por esta injusta sociedad
donde solo los fuertes medran.
Un áura de profunda soledad
te envuelve
cómo el aire.
Y por la nariz te sale
ya sin vida.
Tus cabellos
sebosos y en desorden
te hacen lucir
como un excéntrico pintor.
Artista urbano.
Traté de indagar con mi imaginación
cómo sería tu vida,
de tu destino eres culpable,
o fueron otros,
los que te arrojaron a tu suerte
en esta selva de concreto y asfalto.
No lo sé.
Es imposible adivinar
si no has trabado
al menos dos palabras
Cobarde y en silencio
solo miro.
Todo son conjeturas, suposiciones.
Eres feliz o no,
tu condición te abruma
o ni siquiera duele.
Apareciste de repente frente a mí,
quizá como una advertencia,
o quizá sin razón alguna,
pero estás ahí como un fantasma
en el paisaje urbano que nos rodea
y que nos asfixia.