Una tristeza me embarga,
y esta es la tristeza mía,
que a nadie le comparto
pues es de las que guardo,
allá en lo profundo
del corazón marchito.
A veces me preguntan
que sucedió contigo,
y solo la sonrisa aflora
de mis labios ya muy secos.
Pero a nadie le confieso
que me muero por tus besos,
que ansío tu regreso
y que fallezco sin tus embelesos.
Sólo el silencio me acompaña
desde aquella tarde,
que tu ausencia reflejó el hastío,
donde las flores fueron perdiendo
sus verdores y tu figura inmensa
lentamente se fue desvaneciendo.
A veces por las mañanas vuelves
a mi memoria ya muy pálida
y ensombrecida y mis anhelos
no se extinguen por volverte
a tener entre mis brazos perdidos.