Isaac Amenemope

LAS MANOS DEL SENTIMIENTO (como morar en el corazón)

Soy el guardián de la noche,

administrador de los sueños

y de las conquistas.

Mientras ella duerme,

contemplo desde la sombra

la obstinación de la luna.

De sus entrañas brota mi voz,

sé que me sueña,

¿o es que sus ojos son mi espejo

y su nombre mi apellido?

De pronto se desliza

entre mis hombros

y estamos juntos. 

Me introduzco al sueño respirando

de su aliento minutos breves.

Somos uno.

Permanecemos bajo paréntesis

hasta que el balbuceo de la luz

mina nuestras paredes. 

La noche, entonces abre mis ojos,

baja mis párpados

y al verdadero mundo me lanza. 

En la fertilidad de tus manos inacabables

puse anoche a dormitar el sueño

más largamente soñado,

ya ves ahora, mano tan abierta,

cómo de tus costados, poco a poco,

lúcidamente va enraizándose,

dando al aire su aromada luz

que apenas se irradia. 

No ráfagas de amor es lo que pide el beso,

sino habitar en tus manos

que son mis manos:

claridad de la luz en la luz,

labios del amor verdadero;

y en la perfección

de tu magnífica mano

darle dichoso a los días

un tiempo que sea mi tiempo,

siempre eterno de amaneceres

igual al Sol de la vida. 

El florecido sueño tiene el sabor de tus manos,

y tus manos saben a lo que sabe la fruta

cuando madura bajo las manos del sentimiento.