Abriendo caminos en los mares,
detengo el aluvión y la ventisca,
dirigiendo las pisadas de la parca,
que se vaya bien lejos…A otros lares
y así, poder remediar todos tus males.
¡Qué la muerte, contigo sea arisca!
que se vaya como una peregrina
buscando a ver donde se arrima,
llevando en su guadaña los pesares.
El que está enfermo la cabeza inclina,
para pedir a Dios, se curen sus heridas…
¡Pero tú!… muerte parlanchina,
mandas el zarpazo a todo paso
para enredar a la víctima en tus garras
y llevarla de una vez al campo santo...
En esa mansión en donde el misterio ronda
y no hay posibilidad de escapatoria.
En donde es igual un gordo que un flaco,
un mulato que un blanco,
el pobre, el rico y el avaro,
los que tomaron vino,
los que tomaron guaro,
los que comieron caviar,
los que nunca cenaron,
los que de amor murieron
y los que nunca quisieron.
Todos, en soledad y desamparo,
Con sus miserias
que se ha de tragar la tierra…
Todos… Toditos… Todos,
el que erra y el que no erra,
el que peca mucho, el poco peca,
allí será la última morada,
de la humanidad doliente y cansada.
Felina