Carlos Fernando

A qué viene tanto empeño

 

A qué viene tanto empeño de la gente

en ponerle etiquetas y marcas

a los demás, qué tanto importa

si el de enfrente es chino, o español,

si habla ruso, o portugués,

si se persigna o si de rodillas clama a DIOS

en una sinagoga

o en una modesta choza de cartón.

Qué marca la diferencia

si dos personas que conversan 

y concuerdan en la perfección del universo,

y caen en la cuenta

que no es por coincidencia la existencia,

sino que hay una razón,

para que de la vida haya conciencia,

y si ambos coinciden

que el Amor sustenta el cosmos

lo mismo que la existencia de los lobos,

o que el atardecer no es un evento

fortuito que transcurre

simplemente porque sí en el firmamento.

Ni que es causal

que haya un par de ojos

que lo admiren absortos,

y levanten en su admiración sublime

una oración a quien reconocen por Creador.

A qué tanto empeño por saber si soy limeño,

o sueco, por conocer mi credo,

por saber si soy judío o marroquí,

por saber si voy a misa los domingos,

o si recito los salmos en Shabat.

No te basta saber que ambos creemos

en el Supremo Ser que nos creó,

El Mismo que en su sabio diseño planeó

desde la eternidad que habría de llegar

a nos este preciso instante

de conversar a pesar de estar distantes,

haciendo uso del recurso

que DIOS en su complaciente designio

le dio al hombre capacidad y raciocinio

para desarrollar las microondas lo mismo

que para pensar y hablar.

No te basta con saber

que hay en el mundo aun personas

que se detienen a mirar la aurora,

lo mismo que el afán de las hormigas

laboriosas, llevando el sustento al hormiguero.

Y detrás de ambos sucesos

mira la mano de DIOS con su Potente

y Sabio designio.

A qué tanto empeño de la gente

por ponerle etiquetas y marcas a los demás.

Cuando los que se comunican

lo que buscan es la Paz

entre la gente.

Que no haya injusticia,

ni dolor ni sufrimiento,

que no abuse el que es fuerte

de su fuerza y que el débil tenga

Uno que lo defienda.

Si lo que buscamos es no callar

en cómplice silencio delante del mal

y lo que engendra,

si lo que buscamos es que brille

la luz de la verdad,

a qué preguntarme si mi nombre es Israel,

o si fui bautizado por Juan.