Con soberbia rondo sabrosa pena
sentado al abismo de tu sentencia;
espero la dulzura por esta condena
fijando el destino de mi existencia.
Debido castigo por ser un obcecado,
de religión solo imagen tuya santa,
la idolatría hacia tu ser tan deseado
revelaron agonizante mi garganta.
La espada de Damocles con tu miel
apuntaba mi pecho con filo certero,
orgulloso del sentir en toda la piel
llama quemándome cuerpo entero.
No podía compararse vívida pasión
como tu amor afianzado a mi alma;
la melodía femenina de tal punición
judicial me consentía con su palma.
Por unanimidad el dictamen resultó
encontrando culpable al sentimiento;
el jurado con mi voluntad sentenció
cadena perpetua para lo que siento.
Quise ninguna opción de purgatorio,
negué pedir perdón por este pecado,
en el olvido amoroso del crematorio
moriré feliz sabiendo que te he amado.
Vito Angeli