Confieso que fueron tus besos
el embrujo con que me atrapaste,
tus labios suaves,
tus palabras sinceras,
tus caricias.
Que ingenua,
que ingenua que siempre fui
creyéndote un caballero,
pensando en la fortuna que el Dios
me había preparado,
y todo era flores
y ensueño
y yo princesa,
pero al saber tu traición tan cobarde
me di cuenta que ni tu eras caballero
y que ni yo podía ser princesa,
que eran falsas tu promesas,
que todo tú, eras una mentira.
Llorar? A quien le sirve?
Yo no lo hare,
no por insensible,
hace tiempo que estoy marchita,
hace tiempo que traigo
quebrado el corazón,
quizá sea mi alternativa sentir rencor,
pero decido hoy
dejarle al tiempo su trabajo,
ni voy a vengarme
ni te hare reclamos,
te pensare,
te pensare tan hondo,
sin comprenderte
ni estudiarte
solo miraré tu rosto,
anhelando esos labios
que jamás imagine besar.
Quizás, no para olvidarte
pero si para recordar
que no todo es lo que parece,
solo para recordar
tu carita falaz.