Había una abuelita que leía cuentos a sus nietos, pero como estaba muy cansada casi siempre se dormía ella primero; por esa razón, al momento de leerlos, nunca llegaba al final del cuento.
Pero eso sí, antes de caer rendida, con sus ojos borrachos de sueño, siempre decía lo mismo: “Mañana lo sabrás”.
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