El poeta lleva en su alma una espina que le hace sangrar nostalgias.
¿Por qué me pregunto tantas veces qué siento que nado contra corriente?
Sin avanzar a ninguna parte, bracear y bracear y agotar hasta el último esfuerzo y a la final sentir que no llegué a ningún lado. Las fuerzas se agotan, y la sensación de ¡Nada! Se instala en lo más recóndito de mis insatisfacciones, ¿Llorar para qué? me pregunto tantas veces y aun no terminó la frase y ya mis ojos llueven a cántaros. En las noches, abrazando la almohada con la mirada puesta en el vacío de mi vida y los brazos apretando las nostalgias. Me reconcilio con el silencio y me acurruco en los brazos de mi melancolía.
Reír tiene un precio, que se paga con sinsabores.
Mirar al cielo y esperar que me caiga un lucero, o tal vez la luna y den una motivación a esta triste existencia con la novedad de ser sideral, es una ilusión, pero ni la luna ni las estrellas caen y me siento nada en la inmensidad el universo. Las estrellas parpadean y pienso que me están llamando a una aventura sin retorno y extiendo los brazos y estiro el talle alto…alto… y solo empuño los deseos que tienen que reprimirse cada día más, y pienso que mi camino es aún muy largo y se hace pesado mi andar. ¿Para qué seguir andando? me pregunto si mientras más camino más se cansa mi vida de no llegar a ningún lado. Y la soledad me pesa… me ahoga, me oprime…
Abrazo la almohada, cierro los ojos y ya no miro más a ningún lado.
Entonces muero como muere el día.