El Otro se oculta más allá de la puerta,
Sé que está ahí, arrojado como una piedra,
Tal vez ya se enteró de mi existencia.
Puedo sentir su agónica presencia.
Nadie ha mencionado su nombre,
yo lo vi hace años, parecía mi rostro.
La puerta está demasiado lejos,
me acercaré lentamente,
me arrastraré como un animal,
hasta develar los años de sombras.
Dicen que Él está enfermo,
que ya nos es humano,
que carece de cualquier esencia,
que su cara refleja dolor y tristeza.
"Ya no es el mismo, es un viejo"...
"Aunque sòlo tiene treinta años"...
La gente murmura los secretos de esa puerta.
Ya casi llego, falta poco, la abriré.
Veo una luz leve, amarilla
la puerta es suave, blanca, silenciosa,
comienzo a empujar, mi ser se detiene,
siento que la vida se aproxima a mi mente.
Al fin, veo la habitación cuadrada,
en el centro una cama, dos almohadas.
Puedo ver una mano de animal que cuelga,
es tan delgada que parece la muerte.
La luz opaca del cuarto enloquece,
todo da vueltas como sombras fugitivas,
arrastro mi cuerpo hacia el borde de la cama,
me impulso, ¡quiero ver al Otro, al enfermo!
¡Al fin! ¡Al fin! ¡Noooo! ¡Dios, nooo!
Aprieto los puños, huyo hacia la escalera,
me dejo caer, subo a mi silla de ruedas.
¡Dios, nooo! ¡Dios, no puede ser! ¡Por quèèè!
La luces del cuarto se apagan,
el Otro duerme detrás de la puerta.