Testigos sean mis letras dolientes
De un silencio en mí, resplandeciente.
Ni de amores ni de amigos soy ya presente,
Solo ingrato de los muertos soy oyente.
Me dictan frías poesías del viejo vientre
Aquellas de “poetas malditos” de Verlaine.
Donde callan los que gritan fuerte,
Donde tan fuerte el dolor se siente,
Donde el silencio la mente sumerge,
Y sumisa se encuentra la oscura muerte.
Allí donde las flores de un mil ochocientos cincuenta y siete
Nacen puras, tristes, sufrientes,
En mi jardín de tinta negra y pretendiente
De llenar una hoja vacía con apenas si,
Lo insuficiente.
P"B_L"D