Las horas están en mí incrustadas,
Las flores se marchitan en el jardín,
Ángeles pintados en las escaleras,
Mariposas grises que danzan,
Se pierden en el amarillo campo,
Arena seca se siente en la tierra,
Las canas se me caen en el desierto,
Mis pies se arrastran en la sala,
Y el colibrí muere en las hojas del suelo,
Aroma a resequedad y calor,
Las mariposas revolotean el alma,
Mas sus sombra las multiplica ante el sol,
Frio extraño en el pasillo,
Mis brazos lentos se frotan,
Así la calidez regresa al pecho,
El sonido esta en cada grieta,
Pero yo soy mi laberinto,
El cual la salida ya no se encuentra,
La brisa es leyenda,
Pero sólo el columpio se balancea
Y se mueve la puerta,
¿Qué será de mí al subir las escaleras?
Si la oscura presencia me espera al final de ellas,
La tarde naranja entra por la azotea,
Una de las danzantes entra,
Y en mi regazo se posa,
Para mostrarme que lo de afuera,
Se filtra y muy adentro se queda.