Un corazón herido lloraba
por las flechas de Cupido lanzadas,
que sin pedirlo ni quererlo
se enamoró una y otra vez,
sin dejar Cupido a que la herida
de la flecha anterior sanara
para que soportara el corte
que la nueva le dejó.
Así que ahora, tomó aguja e hilo
y sobre sus heridas cosió
unas fuertes puntadas
a la espera de que suturen
los hoyuelos que Cupido le dejó.