Todo ocurrió en un pueblo muy famoso, ya que era el único pueblo donde todos sus habitantes usaban diariamente un sombrero. Puede decirse que la historia comenzó con un hombre llamado Pedro, que era un señor muy culto y educado y siempre andaba con un sombrero puesto. Podría decirse con mucha firmeza que el señor Pedro era el único habitante de aquel pueblo que usaba sombrero.
Muchos pudieran pensar que al resto de los habitantes de aquel famoso poblado, no le agradaban los sombreros, pero la verdad no era esa, la verdad de los hechos es que el señor Pedro era un hombre tan fanático de los sombreros que se había vuelto un gran coleccionista de este tipo de objetos, y cuántos sombreros vendían en el pueblo él iba y los compraba. Nadie en el pueblo podía comprarlos, nadie tenía oportunidad, porque Pedro al enterarse, los compraba todos. Y si algún habitante osaba y compraba uno, entonces el señor Pedro le hacía ofertas tentadoras y los convencía para que se lo vendieran a él.
Mientras esto ocurría su casa se llenaba de sombreros, una inmensa y asombrosa cantidad de sombreros que ya casi no había espacio ni siquiera para entrar en ella.
Sombreros de distintos tipos, formas y colores adornaban las habitaciones, podían verse sombreros de ala ancha, sombreros de alta copa, sombreros de paja, sombreros de fieltro, sombreros de tela, sombreros de guamo y muchos, pero muchos más, que nadie, ni siquiera el mismo Pedro podía saber cuántos sombreros tenía.
Debido a esa situación en los pueblos vecinos cuando se referían a aquel pueblo, decían "el pueblo donde un solo hombre usaba sombrero".
Una vez llegaron unos visitantes de otros países lejanos y aquella situación particular les llamó mucho la atención, hasta llegaron a pensar que Pedro era el único habitante cortés y educado que tenía el pueblo, porque era el único que se quitaba el sombrero para saludar a las damas.
Esta impresión que se llevaron los turistas fue comentándose de boca en boca hasta que llegó a oídos del gobernante del pueblo llamado Abdías Ramos, el cual se sintió molesto y quiso confirmar aquella información para lo cual envió a sus ayudantes a que fueran a buscar al tal señor de los sombreros y lo llevaran a su despacho para meterlo en prisión por dar tan mala fama al pueblo que él gobernaba.
Cuándo los ayudantes del gobernante salieron a buscar al señor Pedro, este se encontraba haciendo unas compras en el mercado, andaba con un sombrero azul, y por supuestos dos bolsas repletas de sombreros acabados de comprar. Entonces sucedió lo inesperado, una fuerte ventisca comenzó a soplar por los cuatros costados del pueblo, creando un inmenso remolino, que arrastraba todo cuanto estuviese a su paso, así fue como las dos bolsas de compras que llevaba el señor Pedro salieron volando por los aires esparciendo los sombreros recién comprados por todas las calles del pueblo, el sombrero azul que llevaba puesto no salió volando porque lo sostuvo fuertemente con sus dos manos y lo caló hasta sus orejas.
La ventisca siguió soplando y llegó hasta la casa del señor Pedro, puertas y ventanas empujadas por la fuerza del viento se abrían repentinamente y una ola de sombreros salió volando por todo el pueblo. Los habitantes del pueblo eran muchos, sin embargo eran tanta la cantidad de sombreros que había en el aire, que alcanzó para cada uno de ellos.
Cuándo regresó la calma, el señor Pedro contempló emocionado cómo sus sombreros esparcidos por todo el pueblo tenían nuevos dueños, lo emocionó tanto ver aquel espectáculo que no tuvo la menor intención de pedirles que se los devolvieran.
A partir de aquel día fue entonces como ese pueblo se hizo famoso, porqué todos sus habitantes usaban sombrero.
Entonces ocurrió que cuándo los ayudantes del gobernante llegaron a buscar al único hombre que usaba sombrero en el pueblo, se llevaron una gran sorpresa al ver que todos los habitantes estaban ensombrerados, y no pudieron capturarlo para meterlo en prisión.
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