Buscaba en el cielo una razón del momento y vinieron a mi mente unas ideas que de pronto llenaron mi alma, hoy había nubes en lo alto, nubes de formas caprichosas que en esta tierra son muy raras pues los azules y límpidos cielos son los que dominan los días, pero hoy el sol parecía más suave en su calor, quise besarlo, llenarme de él, iluminar mi momento en soledad para irradiarlo al mundo entero, para dar calor a tu alma y despertar tu ánimo al amor, a la amistad, a la conciencia social y a la lucha por el desvalido.
Así que el imposible sueño se pudo dar, en una realidad virtual que no deja de ser tan real como la realidad que real considero en un juego de palabras que no quiero analizar, tomé en mis manos el globo dorado y lo acerqué a mi boca, sorbí en la copa de mis labios su luz vitalizadora y tragué el vino amarillento de la esperanza, busqué tus labios para en un beso brindarte un sorbo y en el paisaje de la claridad de mi alma te encontré dispuesta.
Así el mar y la arena de oro se tornaron, lo que los dedos sostenían sostuvieron a mi cuerpo entero, se volvió balsa y bálsamo entre los dos, navegamos por los cielos y las nubes de filamentos de ayuda y comprensión, de amor universal que a todos llegó por un instante, Dios estaba entre el sol y nuestro beso, todo se quedó inmóvil en una transparencia tardía para dar paso a la oscuridad que la noche traía, pero la luz quedó dentro de dos corazones en el encuentro del aire, la arena, el cielo, las nubes y el sol.
Néctar de amor e ilusión, oro que no pierde valor ni puede comprarse, paz de un momento que, estático, se vuelve eternidad que rompe el tiempo y el espacio, que llega a todos los seres del planeta y en nuestro corazón se encierra y lo vivifica para darle fuerza a la entrega y color al sentido de lo que hacemos.