Ella entró su misterio diseminado
entre las duras paredes de mi morada/
de sal, absorbiendo la humedad del ladrillo/
Venia con los ojos brillantes del mundo
y el calor del sensible madero suspendido/
A su paso ingrávido, dentro de mi cuerpo
navegaba sueños mi nave erótica,
crepitaban sus muslos de ley exótica,
subía mi mente calor en ascenso/
Mi centro sexual empujaba en veinte cuernos,
ya no había aire ni misterio que resolviese
las alas del viento/
Cuando vi su cara sin respuesta...
Su boca de anchas colinas...
La piel de topacio y su pelo que respiraba
entre los jazmines del aliento/ Latían sus hilos negros
como mi corazón de mapa y antiguo encuentro/
Entraba su huella en mi territorio
y un ángel de entre las sombras
iba poco a poco entrando luz al jardín
donde se obsequian los claveles del aire
dibujando su celeste forma/
Le estiré un beso adelgazado que su boca
aceptó como glorioso en sus dobles ribetes/
Ensanchó la red pescadora del ángel,
atrapado quedó en sus sienes de enredada mientras
ella dibujaba la forma de la conquista
y con un mínimo trazo
diseño la eterna resistencia del beso espigado,
rayó la forma del amor en la oquedad ambiente
y su mano enamorada
delineaba el destino suculento de la manzana
atesorando como riqueza mi beso enviado/